viernes, 22 de febrero de 2013

Nacer



Qué difícil se hace a veces mantenerme a tu lado querida amiga. Y qué insoportable sería mi vida si me soltaras la mano. Tú eres mi cuerda floja, gracias a la cual puedo rozar el cielo. Pero también tiemblas recordándome que puedo caer al suelo. Cuando aterrizo en la pecera te busco por sus laberintos, te llamo a gritos. Hay veces que no escuchas y me pierdo en el Olvido. Esa ciudad que convierte ojos en lupas, cabezas en toboganes y cerebros en cárceles lineales. Los individuos son allí piezas de un juego de mesa, que caminan al son de dados, creyéndose libres por ser propietarios del azar y destinatarios del estado de bienestar. Compran material y venden libertad. Pero tú envías señales, iluminas escaleras y entreabres algunas puertas. Sino fuera por ti... No sabría distinguir carcasas de almas. Perdería el sentido de sentir y cultivaría el morir. No vería a través de, sino en.
Así ahora bebo esencia cuando llueve Tierra. Mis raíces entrelazadas a cada pizca sensitiva, sazonada de emoción con un toque de imaginación. El paraíso sin contratos ni telón. Todo ello sólo por coger tu mano y no mirar abajo. Desde el desgarro del vientre materno ya sentí tu llegada a lo lejos, atada a ti por un lazo, que no un nudo de engaños. Creo que aprendí a escribir antes de tiempo, para dibujar tu nombre y olvidar la distancia, hacer de tu futuro mi presente y con ello
un juego. Por eso te digo estimada Utopía, si para recibir hay que saber entregar, ya sabes, para compesar, equilibrar... yo hoy exploro el universo en búsqueda de jugadores y un tablero. Llámame obsesionada o avariciosa, pero me quedo con el mundo y sus compañeros.  

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