jueves, 24 de julio de 2014

Nadando en la nada

Viajaba cargada de posibles transformaciones, difuminando finales y perfilando inicios. Seducida ciegamente por presentes ficticios. Como si fuese aprendiz en esto del afecto y el cariño. Como si nada hubiese existido y aterrizase en un planeta encontrándome contigo. 
Tú nada sabías de esas vidas en las que eras protagonista. Ni siquiera vislumbrabas las pinturas que creaba, en las que te fundía y me desleía, jugando a derretir los sentidos en una hermosa anarquía; encarnando pasiones libres de moral y rutina, abriendo el telón al encanto de la lírica, improvisando una historia que jamás nacería.
Nadaba entre la verdad y la utopía, hallándote  aquella mañana... perdiéndote al mediodía. Chocando la ilusión con su enemiga. Ahogándome en tu océano, perdiéndote en la brisa, quedando vacía en la orilla. 
Ahora vuelvo a ser vagabunda en el universo, mendigando sueños en espirales de espejismos, al compás de una canción que aúlla sin sonido. Desde aquí aún veo flotar sobre un tronco mis bocetos, allí dónde nos despedimos, dónde en un instante tu mirada se abrazó al recuerdo, convirtiendo todo en un dulce... pero triste cuento.



martes, 15 de julio de 2014

Pequeño duende

Paseaba por los cabellos rubios de la Tierra, buscando el tono castaño tan solicitado en aquellos días. Mis piernas lloraban el amor del Sol. Pronto, encontré la estampa de un árbol lo suficientemente amplia para tres. Me senté con viejos amigos, reímos, bebimos, fumamos, recordamos historias y presentes pasados. Por momentos entrábamos en cómplices silencios, esos que pocos pueden y en los que tan bien uno se siente. Allí, como siempre, yo saltaba de este mundo a realidades coexistentes. Y entre salto, en el limbo, escuché voces alegres de vidas inquietas, aventureras. Giré la cabeza y vi color, un grupo de duendes que jugaban a ser dos, a ser tres, a ser un dragón. Con luchas que acababan en un hermoso achuchón. Pero mi cabeza, mi interior, todo mi yo se fijó...en el pequeño duende de chaleco y saxofón. Brillaba... yo diría que brillaba. Irradiaba inocente infancia y su sonrisa besaba el entorno de ternura y suavidad. Su mirada de charol, olía a sabia del sabio que guardaba callado en su interior. Quería acercarme a él, ser la cueva donde rebotase el eco de su voz. Saber de dónde salía y a dónde se dirigía. Pero... cómo mutilar la belleza de ese instante eterno demandando dimensiones que poco importaban en aquel momento. Así que abandoné y observé, sintiendo y contemplando pues, qué podría yo ofrecer que no tuviera ya él. Si todo el mundo tiene todo, aunque pocos saben.. que son dueños de todo tesoro. Y sí, seguro, él lo sabía... Su poesía en otros labios y la delicada melodía que soplaba le desnudaban. Ahora que se fue, me quedo con el regalo de una sonrisa y un adiós... saltando entre mundos y alargando apneas, con ojos de águila y cuerpo de halcón, volando en el limbo y deseando encontrar al pequeño ratón, con cuerpo de duende, chaleco y saxofón.